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En muchas ocasiones somos los mejores para todo el mundo. Todo lo hacemos bien, pero cuando llegamos al punto de partida nos damos cuenta que solo seguimos siendo los mismos, con nuestras inseguridades, con nuestros dolores, con nuestros arranques de rabia, la misma persona a la que le siguen doliendo las mismas cosas.
El salmista declaró: “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3), pero para que esto ocurra tengo que permitirle a Dios que me sane. Es hora que me quite el caparazón y le permita a Dios poner su mano en mi corazón y que comience a vendar, sanar, curar, reconstruir e incluso liberar.
Shakespeare ha dicho: “Se burla de las llagas el que nunca recibió una herida” ¡uyy que fuerte! Es una realidad solo el que sabe cuanto dolió puede saber cuanto duele que se comience a curar esa herida. En muchas ocasiones tenemos un golpe y no nos damos cuenta cuanto duele, hasta que nos damos en ese mismo golpe o cuando de momento comienza a picar.
Recuerdo cuando era pequeña, me caí jugando con una prima y se me torció el tobillo. Cuando llegué a mi casa, estaba muy hinchado y negro, pero más que eso, no podía caminar. Me llevaron al ortopeda y recuerdo que me pusieron un yeso. Nunca olvido que todo parecía estar perfecto, me cuidaban, me añoñaban, no iba a la escuela, pero de momento comenzó a picar, y yo desesperadamente buscaba como aliviar ese dolor y nunca olvido que mi mamá, (las madres siempre saben que hacer) buscó una diadema que tenía de metal, la enderezó y me dijo cuando te pique ráscate. Cuando comienza a picar, se supone que se está curando el golpe, pero ella me decía: Nory, hazlo con cuidado o te vas a dañar la piel. (Jajajaja eso no sabía hacerlo, con cuidado, pero eso no viene al caso ahora).
En un mundo de apariencias se puede creer que una vida sin enfermedades es una vida mejor y, en cierto sentido, lo es. A algunos se les enseña que una vida saludable y próspera es evidencia de que Dios nos ama y está “feliz” con nosotros. Pero si, por el contrario, tenemos enfermedades, es porque “Dios nos está castigando por algún pecado oculto”.
Afortunadamente, la relación de Dios con sus hijos no opera de esta forma. En la Biblia leemos sobre las dificultades de José, la muerte de Raquel, la enfermedad mortal del hijo de David, los problemas que Jesús enfrentó, “el aguijón en la carne” de Pablo o la enfermedad de Timoteo. Ni ellos ni otros vieron la versión de salud, felicidad y prosperidad que algunos cristianos predican.
Dios te promete su presencia en medio de tus enfermedades. Él camina contigo, te fortalece y te cuida. Sin embargo, no vemos que ninguno de estos, hayan sido infelices seguidores de Dios, que estuvieran contínuamente deprimidos por sus muchas pruebas o resentidos en contra de Dios por su supuesta “falta de amor” al dejarlos sufrir. Vivimos en un mundo caído, sucio y enfermo. Las enfermedades podrían ser muy desalentadoras, pero a los cristianos nos acercan a la verdadera fuente del gozo, nos ayudan a depender más de Dios y estar más cerca de Él.
La Biblia dice en Santiago 1:2 "... deben tenerse por muy dichosos cuando se vean sometidos a pruebas de toda clase. Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento". También recuerdo lo que Dios le dijo a Pablo cuando pasaba una tribulación que él llamó “aguijón en la carne”. "Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad". 2 Corintios 12:9 ).
Hoy recuerdo que mi seguridad solo proviene de él y te invito a que tú también lo recuerdes.
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Comentarios
Rcdo. Que Cuando te rompiste la pierna, Tu papito te cogía en brazos para llevarte a la guagua.💕
VC