Moisés nació en una época en que el faraón de Egipto había dado la orden de que mataran a todos los bebés varones de los hebreos. Ellos se habían reproducido tanto que los egipcios tenían miedo de que se unieran a sus enemigos y los atacaran. La Biblia nos relata en Exodo 2 que cuando Moises nació su mamá lo pudo esconder solo por tres meses, pero cuando ya no pudo seguir escondiéndolo, lo puso en una canasta en el Río Nilo. Años después, cuando Moisés ya era adulto, fue al lugar donde los hombres de su pueblo trabajaban como esclavos. De pronto vio que un egipcio maltrataba a un israelita; miró a todos lados, y como no vio a nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Luego quiso hacer lo mismo al ver a dos hebreos peleando, pero allí se dio cuenta que su falta no era un secreto. Entonces salió huyendo.
En muchas ocasiones queremos hacer cosas para Dios, pero las hacemos de la manera incorrecta. Moisés pensó que estaba haciendo lo correcto, porque defendía a un israelita. Cuando actuamos con nuestra mentalidad, siempre tendremos algo que esconder, nuestra motivación, nuestros deseos, nuestros sueños. Tristemente Moisés no miró hacia arriba, porque allí podía encontrar dirección. Dios estaba preparándolo para su próxima asignación y él no lo sabía. Moisés pensó que huiría de Dios pero allá a donde fue huyendo, Dios lo visitó cara a cara.
Dios nos está diciendo que como Moisés, cuando huyó y se escondió en Madián, donde estemos él nos encontrará porque tiene una asignación. No hay donde escondernos de Dios. La Biblia dice: “¿ A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo de los dominios de la muerte, también estás allí.”Salmo 139:7-8 Dios nos recuerda hoy que ni hay razón para huir de Dios. Cuando Dios se empeña con alguien va a hacer lo que sea para que el propósito para el cual fue creado se cumpla.
No vale la pena huir de Dios, él quiere tener un encuentro con nosotros. Cada encuentro con Dios produce una transformación.
¡Qué mucho Dios se empeñó con mi casa! Solo puedo agradecer que me miró y me alcanzó.
Si eres de esos que estás huyendo de Dios, npermítele que te encuentre y transforme tu vida para siempre.
Comentarios
V. Cucuta
Fanny