Cuando dejamos de mirar a Jesús y fijamos nuestros ojos en las cosas que nos rodean, somos deslumbrados en algunas ocasiones por la fama de muchos y en otras somos atrapados en la desilusión. Muchas veces somos atrapados porque nos concentramos en nuestros fracasos, nuestras desilusiones y hasta en aquello que es pasajero.
El salmista David se encontraba en un momento de desilusión y clamó a Dios, pero aunque clamó tuvo que esperar a que Dios respondiera. En ese momento se sintió en un pozo y necesitaba recibir contestación de Dios. Dios no siempre contesta rápido y entonces llegamos al punto de desesperarnos, desilusionarnos y hasta de claudicar y pensar que se olvidó de nosotros. A David Dios le respondió y David dijo: “Con paciencia esperé que Dios me ayudara; entonces él oyó y escuchó mi clamor. Me sacó del abismo de la desesperación, del pantano y del lodo; puso mis pies sobre senda dura y firme, y me fortaleció mientras yo proseguía mi camino.”Salmo 40:1-2 NBV
La realidad es que no sabemos cuántas veces David había clamado anteriormente, pero si sabemos que Dios en este momento lo sacó de ese hoyo de desesperación, de angustia, de desilusión y puso sus pies en tierra firme.
Dios nos está recordando que aunque te sientas en un hoyo, que tu situación parece que no tiene salida, parece que clamas y gritas y nadie responde, Dios te recuerda que como a David , él responderá. Él te quiere sacar de ese hoyo que en tu desesperación y angustia te has metido. A menudo nos hemos sentido en pantanos, en situaciones que parecen calles sin salida y buscamos y buscamos una respuesta. Llegamos hasta el límite donde hemos dicho: señor hasta aquí llegué, sino haces algo hoy….
En otra ocasión el pueblo había dado la espalda a Dios, no habían escuchado sus advertencias ni su llamado al arrepentimiento y ahora vivía las consecuencias. Dios conocía el corazón de su siervo Jeremías y le habló palabras de ánimo y esperanza. Dios le recordó a Jeremías quién era él: el Dios creador y todopoderoso. Dios animó a Jeremías a compartir su carga con él, a expresarle aquello que ocupaba su corazón. Por último, Dios le aseguró a Jeremías que respondería a su clamor y hasta traería nueva revelación a su vida. “Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes” Jeremías 33:3
Como Jeremías y como David, Dios nos invita hoy a clamar, acudir a él, incluso en tiempos de dificultad. Clamar a Dios es hablar y compartir con él lo que nos preocupa o aflige para pedir su intervención. Cuando clamamos a Dios podemos sentir la libertad de vaciar nuestro corazón ante él. No hay nada que le podamos decir a Dios que lo tome por sorpresa. Él conoce nuestro corazón y sabe lo que nos sucede, pero anhela escuchar nuestra voz pidiéndole que nos saque de ese pozo en el que nos hemos metido.
Dios quiere que lleguemos al límite de nuestras fuerzas y nos demos cuenta que solo confiando en él, que solo clamando a él, saldremos de ese pozo de desesperación.
Si fuiste bendecido y confrontado con tu realidad, te invito a dejarme tu comentario.
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¡Bendiciones!
Fanny