En el lugar donde llorabas, Dios te hará reverdecer.
“Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.” (Números 17:8)
No olvido nunca nuestro último viaje a Haití. Mientras ibamos en el autobús llegando a la provincia de Gonaives todo era distinto a siete años atrás. Ya no había terreno árido, ahora estaba verde. Recuerdo que les dije a los muchachos que iban en el autobús: “miren alrededor, ya no hay tierra seca y sin frutos, ahora hasta flores hay”, y ellos preguntaban: “¿qué pasó?” Solo les dije: “Cuando llega Dios a la vida de alguien todo cambia. Cuando Dios llegó a esta provincia la gente fue transformada y hasta la tierra se sintió amada. Reverdeció.”
Mientras escribo las lágrimas inundan mis ojos, pues desde el Huracán María no hemos vuelto a nuestra amada Haití.
Reverdecer significa devolver el color verde al campo, las plantas o los árboles, que estaban secos o mustios.
Hoy Dios te dice: ¡te haré reverdecer! Volverás a florecer, volverás a estar listo para dar fruto.
En muchas ocasiones vemos cómo las personas se van secando físicamente y nos preguntamos qué pasa. Muchas veces lo que pasa es que hay en su vida que le ha hecho secarse espiritualmente. Secarse es dejar de dar fruto. Es dejar de verse hermoso y comenzar a verse pálido, sin vida, sin deseos de vivir, de caminar, de hablar. Muchos nos hemos sentido así. ¿Estaremos enfermos? Quizás, si estamos físicamente enfermos hay que ir al doctor, pero si es espiritualmente hay que ir al Creador.
¿Qué te ha hecho secarte? ¿Por qué no hay deseos de levantarte, deseos de caminar? ¿Qué dolor ha hecho que dejes de florecer? ¿Un trauma, un pecado, una angustia, un dolor? David dijo en Salmos 32: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. “Finalmente te confesé mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor», ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.”
Esto es importantísimo, porque el salmista dice que cuando confesó su pecado, cuando decidió romper el silencio que lo estaba consumiendo emocional y físicamente, entonces Dios mismo tomó ese pecado, se lo echó encima, se lo cargó y se lo llevó bien lejos. Y entonces pudo volver a reverdecer.
Es momento de reverdecer, es momento de que el mundo vea en nosotros el fruto de lo que somos y a Quien servimos. En el lugar donde llorabas, Dios te hará reverdecer.
Si fuiste bendecido y crees que necesitas reverdecer, déjame tu comentario .🌿
Comentarios
Siempre hay espacio para reverdecer. Gracias por esta palabra, justo lo que necesitaba hoy. 🙌🏻
-Jossy
V. Cucuta