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La perseverancia requiere esfuerzo. En muchas ocasiones no somos perseverantes o constantes en lo que queremos; por eso la mayoría de las veces no logramos nada. Nos ponemos a dieta, comenzamos a hacer ejercicios o a leer un libro, y nos rendimos. Alguien dijo que tienes que repetir las cosas por 21 días consecutivos para que se vuelvan un hábito.
En la carta de Santiago recibimos exhortaciones para perseverar en la vida cristiana, y se nos advierte que debemos ser "hacedores de la palabra y no tan solamente oidores", porque quienes oyen pero no hacen, "se engañan a sí mismos". Sin embargo, el que es hacedor de la palabra y persevera en ella… "éste será bienaventurado en lo que hace" (Santiago 1:25). El sentido aquí es que el cristiano que persevera en la piedad y en las disciplinas espirituales será bendecido por el simple acto de perseverar.
En los últimos meses he conocido a mucha gente con ganas de emprender, muchas personas que acaban de poner en marcha un proyecto. Me refiero tanto a aquellos que lanzan una empresa al mercado, como individuos comprometidos con proyectos mucho más íntimos y personales, como alguien que decide cuidar su imagen un poco más cada día. Muchos de éstos, a partir de algunos días o meses, se quitan, se desilusionan.
Josué 1:7 dice: "Pero tienes que esforzarte y ser muy valiente. Pon mucho cuidado y actúa de acuerdo con las leyes que te dio mi siervo Moisés. Nunca te apartes de ellas, ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todo lo que emprendas."
La mujer cananea o sirio-fenicia convirtió cada fracaso en una enseñanza de qué hacer o qué no hacer para alcanzar su meta, su milagro. ¿Qué quería aquella mujer? Pedía a gritos a Jesús que sanara a su hija. Jesús, en primera instancia, la ignoró: ‘no le dijo una sola palabra', según narra la Escritura. Después la rechazó con un comentario racista (le sacó en cara que ella no pertenecía al ‘pueblo de Israel'). Finalmente la comparó con un perro. Eso sin contar que los discípulos pedían a Jesús que la echara. Pero ninguno de esos fracasos hizo que la mujer desistiera. Ella persistió, en pedir, acercarse, orar, pedir: ‘-¡Señor, ayúdame!'. ¡No aceptó un 'no' como respuesta! Su fórmula: humildad, fe, perseverancia.
La perseverancia es la capacidad para seguir adelante a pesar de los obstáculos, dificultades, el desánimo, el aburrimiento, la frustración, o los propios deseos de rendirse. La persona perseverante termina lo que ha empezado, vuelve a intentarlo tras un fracaso inicial, persigue sus objetivos y se mantiene concentrada y trabajando en su tarea.
Terminar lo que comenzamos es un gran reto, pero se llama perseverancia. Cuando Dios necesitaba un Samuel en la vida, se valió de una mujer perseverante en la oración. Una mujer que, a pesar de la crítica, el señalamiento y el desprecio con el que la trataban por ser estéril, no dejaba de insistirle a Dios. Ana era perseverante en la oración, era perseverante también en su dolor y decidió hacer un pacto con Dios. Si Dios le concedía un hijo se lo dedicaría a él. Por su perseverancia fue escuchada y su oración contestada.
Insístele a Dios.
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