En muchas ocasiones sentimos que no podemos ayudar a nadie, nos sentimos inservibles, incapaces, sentimos que no sabemos, que somos inmerecedores de que Dios nos utilice en sus propósitos. Sin embargo, Dios nos utiliza porque él ve en nosotros el potencial que nosotros mismos no vemos.
¿Te ha pasado que se acercan a ti para decirte: “Wao, ¡como Dios te usó! Si tú supieras…”? Eso no es una casualidad. Dios nos utiliza muchas veces como esos enviados, como instrumentos que en sus manos son muy valiosos.
La biblia habla de cómo el alfarero toma la vasija, inservible, quizás con muchos defectos y la transforma en una vasija hermosa para su gloria y su honra. En otras palabras, lo que para muchos parece inservible, Dios lo hace algo útil.
Recuerdo la parábola del buen samaritano, en la que los religiosos no tomaron tiempo para ayudar al que estaba en necesidad, pero vino un hombre que según todos no era el indicado, y se convirtió en la respuesta a la oración de aquel necesitado.
Jesús nos indica que debemos actuar no como los religiosos, sino como aquel samaritano, siendo la respuesta a la necesidad de alguien. ¡Qué interesante!
En muchas ocasiones hemos tomado el papel del criminal que dejó a alguien herido con una palabra mal dicha, con un gesto, alterando la paz de otro, o dejando casi muertos y sin vida a quienes nos rodean, con nuestras actitudes y acciones. Y hoy Dios nos llama a hacer la diferencia en la vida de aquel que está a nuestro lado, trayendo vida y sanidad en vez de dolor y heridas. Hoy hay mucha gente capaz de ayudar a quien puede pagarle, al que lo publica, al que agradece, pero ¿serías capaz de ayudar a alguien que no puede pagarte? ¿Podrías hacer algo para transformar su vida para siempre?
Podemos ser la respuesta de alguien a través de un abrazo, escuchándole, compartiendo una palabra de aliento. Todos los días veo a mucha gente que clama por ayuda y reciben respuesta. Y pienso entonces qué pasa con el que grita en silencio, el que se ahoga en sus preocupaciones y no sabe a quién acudir.
No tenemos que hacer nada extraordinario, solo pidamos a Dios que nos permita ver esa gente que está gritando por ayuda a nuestro alrededor, que abra nuestros oídos para escuchar y nuestras manos para abrazar. Oremos para que Dios nos permita ser la respuesta a la oración de alguien.
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