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La raíz es una parte de la planta de difícil acceso debido a que se encuentra bajo tierra. Cumple la función de otorgar soporte y anclaje al suelo, además de la absorción de agua y la captación de nutrientes.
¡Qué interesante! En muchas ocasiones vemos personas cuyas vidas van y vienen de lugar en lugar, de pueblo en pueblo, de iglesia en iglesia, porque nunca han echado raíces en ningún lugar.
Recuerdo que varios meses antes del huracán María alguien nos había regalado palmeras para nuestro patio y se habían sembrado. Llegó María y todos sabemos lo fuerte que fueron aquellos vientos, y lamentablemente una de aquellas palmas no aguantó el viento huracanado y se cayó. ¿Saben qué pasó? Esa planta no había echado raíces suficientes para mantenerse en pie. Cuando no hay raíces y una planta está en suelo poco profundo, inicialmente puede brotar y verse bien, pero no dura. La planta se marchita rápidamente porque no tiene raíces.
Muchas veces escuchamos la Palabra de Dios y nos emocionamos al respecto, pero no permitimos que ella nos cambie. Actuamos superficialmente, reaccionamos emocionalmente, nos movemos impulsivamente. Pero no nos tomamos el tiempo para dejar que profundice en nosotros. ¿De verdad quieres ser así? ¡No! Quieres ser una persona profunda, no una persona superficial. Quieres ser una persona con raíces espirituales profundas, para que cuando la recesión llegue y dure varios años, puedas seguir dando frutos. Cuando lleguen los vientos fuertes y alguien de tu familia se enferme o un amigo cercano muera, la prueba no te derrumbe, porque tienes raíces profundas.
Si usted y yo no aprendemos a echar raíces, cualquier viento contrario que venga en nuestra contra nos dañará, nos afectará. Hasta nos podría matar. La Biblia dice: ”El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán.” (Salmos 92:12-13) El justo que florece es aquel que echa raíces, aquel que ningún viento contrario lo derriba, aquel que es capaz de crecer y fortalecerse a pesar de las situaciones difíciles.
Mientras escribo viene a mi mente el pasaje de la higuera en Mateo 21:33. Cuando Jesús fue a buscar fruto en la higuera, no encontró fruto y en ese momento la maldijo. Tengo que crecer fuerte y dar fruto, porque esa es la única forma en que el mundo verá Quién vive en mi vida. El mundo verá cuanto he crecido y cuán fuerte soy por los frutos, pero esos frutos dependen de que mis raíces sean fuertes y profundas. ¡Si quieres florecer tienes que echar raíces!
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Comentarios
Sin embargo, una vez que has superado las dificultades y has continuado el proceso de formación, puede disfrutar de los frutos de su esfuerzo y proceso y así podrás soportar las inclemencias del tiempo. Como dice el refrán, las raíces son amargas pero el fruto es dulce. Dios los bendiga siempre.