https://linktr.ee/Pastoranoryb
www.soyesposadepastor.com
“Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios. No busco quedar bien con los hombres. ¡Si yo quisiera quedar bien con los hombres, ya no sería un siervo de Cristo!” Gálatas 1:10
Cuando somos pequeños buscamos la aprobación de nuestros padres, maestros, amigos, y en muchas ocasiones esta búsqueda de la aprobación nunca nos deja. Joyce Meyer en su libro ‘Adictos a la aprobación’ dice: “La adicción es aquello que ejerce control sobre la persona, ya sea algo que le resulte imprescindible o de lo cual dependa para aliviar el dolor. En la sociedad actual, existe una epidemia de inseguridad. La gente tiene la necesidad de obtener aprobación de una manera poco saludable y, de no recibirla, es incapaz de sentirse bien consigo misma.”
¿Cuántas veces la inseguridad nos hace vivir buscando aprobación? Es triste vivir la vida así, pues el día en que alguien nos diga “no” caemos en depresión. Buscamos la aprobación porque tenemos baja autoestima, porque alguien nos dejó o nos lastimó y entonces vamos por la vida intentando encajar en un grupo, como la pieza de un rompecabezas.
La inseguridad surge de mirarnos a nosotros mismos, de enfocarnos afanadamente en nuestros defectos e incapacidades. Nuestras debilidades e imperfecciones sin duda alguna nos distraerán si ponemos demasiada atención en ellos.
“Necesito aprobación para ocultar mis inseguridades.” Cuando somos jóvenes aún no tenemos la identidad y el carácter tan firmes. Por eso, esta búsqueda constante y excesiva por tener la aprobación de los demás puede llegar a ser una adicción, generada a causa de una baja autoestima, temores, falta de confianza o por haber experimentado bullying o rechazo en la vida real. Simplemente no nos sentimos dignos de las bendiciones de Dios y preferimos buscar validación en los lugares equivocados. Entonces nos pasamos la vida buscando y buscando quien nos afirme.
Recuerdo que cuando me hice grande, en mi casa todo el mundo decía que yo hablaba muy rápido y que la gente no me podía entender. Yo sabía que esa manera de hablar venía de la familia, osea mi papá hablaba así, pero en varias ocasiones tuve que luchar con pensar que era menos que nadie, pues eso me limitaba e incluso muchos me hacían bullying por hablar de esa manera. Cuando dije que sería maestra y de español, imagínense todos los comentarios. Hoy ya grande, he aprendido a manejar esto en mi vida, pues como les había dicho en otra entrada del blog, un día un estudiante me dijo: “Maestra usted habla en cursivo”… me di cuenta de que era una realidad que sí hablo rápido, pero hay otras cualidades que me hacen una buena maestra. El que hable rápido es lo menos importante. Reflexiono hoy, estando a punto de retirarme, me doy cuenta de que mi autoestima no depende de lo que los demás piensan de mí, porque correría el riesgo de pasarme buscando la aprobación aquí y allá.
Hoy he aprendido que mi valor se vuelve claro a través de mi relación con Dios y de quién es Dios en mi vida. Aquello positivo que pueda dejar en la vida de alguien vale más que todo. Me recordarán, más que por ser la que hablaba rápido, por ser aquella maestra que se preocupó por ellos y los amó.
Las personas inseguras que han sido heridas o rechazadas, necesitan de alguien que los reafirme para vencer los sentimientos de baja autoestima. La biblia nos recuerda: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; (Colosenses 3:23)
Si agradamos a Dios, lo demás pasará a un segundo plano. Actuaré bien, viviré bien y lo que es más importante, el Dios que me creó se agradará de lo que soy y de lo que hago.
Si fuiste bendecido(a) con esta nueva entrada, déjame tu comentario para que alguien más sea bendecido.
Comentarios
Eunisis
¡Gracias por bendecirnos con este escrito que nos anima a mantenernos enfocado!