Hace unos días fuimos a compartir con mi hija mayor Yadheera Noríe, a disfrutar un evento en el que vimos a Dios glorificarse. Ella y su equipo dijeron “Sí” a Dios contra todo pronóstico, contra muchos que apostaban en contra del evento, contra la pandemia, con el sinnúmero de limitaciones para asistentes que viajaban hacia Miami, con altas y bajas en las estadísticas del COVID, con protocolos y con muchas críticas negativas. Como familia vimos a Dios honrar su fidelidad, sus noches sin dormir, su trabajo a altas horas de la noche, trabajos sábado y domingo sin parar, pero valió la pena.
¡Qué muchas satisfacciones! Mientras escribo esto sobre Yadheera Noríe, recuerdo también a su hermana Yareethza Noríe sacrificándose para viajar la semana antes del evento para ayudarle, estar con ella, apoyarla y luego trabajar a su lado todo el día. Repito una vez más: ¡Qué muchas satisfacciones! Entonces viajo en el tiempo a aquel 26 de diciembre del 1992 a las 4:00 PM en la Capilla Paul Wolfe Memorial de la Universidad Interamericana de San Germán. Viajo en el recuerdo al día de mi boda, mientras Henry me cantaba: “Princesa, estoy frente al altar después de tanto esperar, para decirle a Dios y a los hombres, que como esposa te quiero tomar...” Yo iba rumbo al altar de la mano de mi papá y nunca olvido su sonrisa, su beso al entregarme a mi novio, hoy mi esposo, y su mirada: una mirada de satisfacción.
Entonces tengo que meditar: ¿Se sentirá Dios satisfecho con mi labor diaria? ¿Se sentirá Dios complacido con lo que hay en mi corazón? Mi corazón y mi boca van a la par, son compatibles. Dice en Salmos 139:23-24, “Examíname, oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos y ve si hay camino de perversidad, (si hay cualquier cosa que te ofenda) y guíame por el camino a la vida eterna.” También dice la Biblia en Jeremías 17:9, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
¿Podemos responder y reconocer con sinceridad que en ocasiones la maldad está presente en nuestros corazones? Como seres humanos, siempre buscamos la aprobación y el respaldo de los padres o de alguna persona de autoridad, pero qué interesante es entonces preguntarnos: Al final de mis días, ¿le provocaré satisfacciones a Dios? ¿Se complacerá Dios al saber que como hija tuve un corazón agradable a su corazón? Deberíamos sentarnos y analizar nuestro corazón.
Mirando a David en la Biblia, en ese Salmo 139, refleja valentía. Una valentía más grande que la de enfrentarse a un oso, o a un león, o incluso enfrentarse y matar al gigante Goliath; fue la valentía de decirle a Dios: ¡examina mi corazón! Examina mi corazón es decirle pruébame y ¿dime si mi corazón te agrada? ¡Es un acto de valentía! Decirle a Dios mírame por dentro y EXAMÍNAME. ¡Qué satisfacción más grande sería escuchar a Dios decirnos: “tu corazón transparente alegra mi corazón! ¡Tú corazón está limpio y concuerda con lo que hablas! Si por el contrario, no le agrada, que también nos lo diga, pues aún estamos a tiempo de decirle: “Crea en mi un corazón limpio, que agrade tu nombre, devuélveme el gozo de tu salvación”.
Pidámosle a Dios ¡EXAMÍNAME!
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Comentarios
Henry y tu aprendieron y están haciendo un gran trabajo con Yadheera y Yareethza!
Y dar el ejemplo a mis hijas de todo lo que Dios puede hacer en nuestras vidas, si le dejamos tomar el control..
Gracias por tan hermosa reflexión.
Bendiciones!
De lo q aprendimos dimos y Dios lo ha multiplicado. Bendiciones a la generación q se levanta y orgullosa de tí y mis hermosas nietas. Dlb