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La vida es una serie de estaciones. Todos experimentamos inviernos, primaveras, veranos y otoños. Vivimos en temporadas. Cuando estamos por entrar a la temporada de invierno, nos preparamos para la lluvia; cuando entramos a la temporada de vacaciones, nos preparamos para descansar; cuando llega el otoño y la primavera nos toca entonces cambiar la perspectiva de la vida. Pasamos por diferentes estaciones; en ocasiones nos toca detenernos y en otras tal vez nos toque decir adiós.
Tener confianza en Dios a través de las estaciones de la vida es lo ideal, pero ¿es posible seguir confiando a pesar de la edad, las circunstancias, de una enfermedad, de la partida de un ser querido, de una gran pérdida? Muchas veces en la vida nos tocará detenernos a reflexionar en lo que está ocurriendo, y decidir: sigo confiando o dejo de confiar. La biblia dice: “Deténganse en los cruces de camino, y pregunten qué camino deben seguir, y no se aparten de él. Solo siguiendo el mejor camino podrán descansar. ¡Pero ustedes se niegan a seguirlo!” (Jeremías 6:16)
La vida viene cargada de responsabilidades que requieren y añaden madurez. Jamás me imaginé mi vida de esta forma. Siempre tuve un norte, nunca me desenfoqué de lo que quería, soñaba y en silencio pedía y añoraba, pero jamás imaginé cuánto pasaría para llegar a donde estoy. Si me toca mirar el mapa de mi vida, puedo decir, sin que me quede nada por dentro, que lo que quise es lo que tengo, pero quizás hay algunas cositas que están escondidas. Quizás algunos sueños se quedaron olvidados en el invierno, escondidos en la primavera, se perdieron en el verano, o tal vez murieron en el otoño.
La vida es una serie de estaciones que todos experimentamos. Siempre que me acerco a alguna estación nueva, le pido a Dios que me ayude a caminarla con madurez, con integridad y haciendo aquello para lo que Él me permitió llegar allí. Incluso le agradezco a mi Dios, al Señor de mi vida, por cada temporada, y entonces intento ver cuál es la nueva lección que me toca aprender: ¿debo escuchar, asimilar, escribir? ¿O simplemente tengo que deleitarme observando cómo pasa mi vida? Lo que es seguro es que mi vida está escondida en Dios, y por esa razón, todo lo que ocurre tiene un propósito.
En el invierno tal vez podría sentirme muerta o improductiva. Sin embargo, podría mirarlo a través de un lente diferente: ¿será que Dios quiere que me tome un tiempo de descanso y así permita que el suelo de mi vida recupere su consistencia?
En la primavera podría experimentar estallidos por doquier. Aquí la vida parece ser emocionante. Por lo general, esta estación está acompañada de un sentido de gran anticipación. A menudo se siente como si fuera a entrar a una nueva vida. Tenemos la sensación de que a veces, durante la primavera de nuestra vida, quizás estemos al borde de algo nuevo y nos sintamos como una mujer encinta en su noveno mes. Es como cuando sabemos que Dios está a punto de hacer algo y podemos sentirlo moviéndose dentro de nosotros. Cada día vivimos con la esperanza que Dios se revelará de algún modo para darnos dirección e instrucciones.
Por otro lado, el fruto del verano es dulce, pero algunos días pueden ser calientes. El verano es mayormente tiempo de ver vivir esos sueños y esas ambiciones de juventud. Es esta la estación en la que siempre tenemos sueños de ser productivas. Es durante este tiempo que usted experimenta la riqueza de las buenas amistades. Es cuando el corazón está siempre alterado por nuevos retos, nuevas esperanzas, nuevos caminos por recorrer, pero también es una temporada caliente, a mitad de año esperando a ver qué nos deparará la última mitad del año. Esta es la temporada de nuevas expectativas.
El otoño es tiempo de siega. Las semillas que sembré han madurado con el sol del verano y están listas para ser cosechadas. Hay muchas responsabilidades durante esta estación, al punto de parecer abrumadora. Si me muevo demasiado rápido en cuanto a los planes de Dios para la cosecha, puedo desesperarme e incluso asfixiarme. Este tiempo, además de ser para cosechar, podría ser un tiempo de morir a mi “yo”.
Así como la naturaleza refleja las transiciones en sus estaciones, de igual modo Dios utiliza grandes cambios en su vida para llamarle. A menudo Él le restablecerá para una mayor efectividad, le enviará a descansar, le llamará a luchar, o le asignará esperar. ¡Y cuán importante es saber vivir y saborear cada temporada! Una persona que no disfrutó la primavera y el verano, no podrá ver el invierno y el otoño con buenos ojos.
Estoy segura de que estoy llegando al otoño de mi vida y me toca disfrutarlo. Ha llegado el momento de cosechar, de ver los frutos de aquello sembrado. Aunque sigue habiendo responsabilidades, este es el momento de disfrutar; de sentarnos y analizarnos, de mirar atrás, no para lamentarnos, sino para ver cuánto hemos crecido, cuánto hemos madurado. Este es tiempo, incluso, para ver el camino que aún nos falta por recorrer y estar seguros que el Dios en quien hemos creído será nuestro fiel compañero de jornada.
Las inseguridades que antes sentí ya no serán mis compañeras, ahora solo me acompañaran “el bien y la misericordia”. Ahora estaré lista para acompañar a otras. Estaré lista para dar una palabra de aliento. Estaré lista para ayudar a levantar a quien lo necesite.
Ha llegado el otoño. Eso no quiere decir que esté vieja, sino que estoy cambiando de temporada. Y lo más importante en cualquier transición o jornada es recordar que El que me llamó prometió acompañarme en el valle hermoso, en las piedras escabrosas, en la tierra movediza, en los días nublados como en los soleados. Dios estará allí con nosotros en cada temporada. Su amor se hará presente en cada estación. Esa es la verdad que nos mantendrá anclados. Él ha estado, está, y siempre estará.
Comentarios
Yo también estoy en el otoño...
Gracias por bendecirnos Nory! 🥰
Somos mas que Bendecidas por tus blogs.