Dijo Henry Ford: “Es solo tu forma de pensar lo que decide si tendrás éxito o fracasarás”. ¡Qué muchas excusas damos! Por ahí alguien dijo que las excusas solo satisfacen a quien las da. Sin embargo, hay gente que siempre tiene una excusa. Parecieran multiplicarse como un virus o un enfermedad. Hay ocasiones en que nuestro cerebro inventa una excusa para no tomar acción. Justificamos acciones negativas para hacernos sentir mejor; cuando llegamos tarde, cuando no llegamos, cuando fallamos en algo que prometimos. Nuestro cerebro es una máquina creativa cuando se trata de inventar excusas, y lo peor es que a veces terminamos creyendo que son ciertas.
¿Has escuchado decir: “Estoy esperando el tiempo de Dios”, “No siento el llamado de servir”?Lo triste de las excusas es que desde que Adán utilizó la primera excusa, todos sus descendientes —mejor conocidos como “la humanidad”— nos acostumbramos a excusarnos delante de Dios y de todos, evadiendo nuestras responsabilidades en cada oportunidad que tenemos. Y Satanás aprovecha nuestras excusas para provocarnos retraso, vergüenza y deshonor.
Cuando empecé a ser maestra, a predicar y a hablar frente a la gente, mucha gente me criticaba (hablo extremadamente rápido). Me decían: “No te entendí”, me criticaban, me señalaban y hasta se burlaban. Nunca olvido que la primera vez que hablé frente a un grupo grande de personas, mi hermano mayor me miraba y con su mano me hacía un gesto para recordarme hablar más despacio. Yo reconozco que hablo rápido, pero estoy segura de que muchas veces el enemigo aprovechó los comentarios de la gente acerca de mi manera de hablar para dañar mi autoestima. Usualmente, alguien que me escucha hablar por primera vez no entiende bien lo que digo. Sin embargo, Dios siempre me ha escuchado y me ha entendido. Aun así, si me dejara llevar por los comentarios de la gente, me escondería tras el llamado de mi esposo, y mi boca no se abriría para hablar palabras de aliento y restauración. Aun hablando “en cursivo”, como dicen mis estudiantes, muchas veces Dios ha utilizado mi boca para hablar una palabra oportuna sobre ellos.
Cuando Dios llamó a Moisés para convertirlo en el libertador de Su pueblo, él le puso una excusa: soy tartamudo. Sin embargo, Dios tenía la intención de usarlo. Cuando le ponemos excusas a Dios estamos poniendo nuestros deseos o sentimientos en un lugar más importante que su llamado para nosotros. Dios tiene la intención de promovernos y hacernos madurar, pero nosotros retrasamos —o detenemos— su mover en nuestra vida, y limitamos el crecimiento que Él está intentando provocar en nosotros.
Me parece que cuando ponemos excusas para no hacer algo, estamos cerrando los cielos que se abren a nuestro favor. Aunque Moisés le puso mil excusas a Dios, Dios no se rindió con él. Yo, personalmente, creo que si Moisés hubiera actuado sin excusas, su lengua se hubiese soltado. Dios sabía que Moisés era tartamudo y aún así lo llamó, porque Él conocía todo lo que era posible si tan solo Moisés obedecía.
Recuerda algo: en el cielo conocen tu nombre, pero en el infierno también. Y reconocen cuán poderoso(a) eres en manos del Dios Todopoderoso. Por lo tanto, cuando tengas la oportunidad de inventar una excusa para no hacer lo que Dios te pide, decide atreverte a obedecer.
No hay límites para lo que Dios puede hacer con alguien que le dice “sí” a pesar de sus limitaciones. ¡No pongas más excusas!
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Comentarios
Nuestros pensamientos y actitudes necesitan ser renovados y alumbrados por Cristo. (Romanos 12:2, Efesios 1:17-18 y Efesios 4:23).
Bendiciones!
Hablas "en cursivo" (que lindos los estudiantes) y eso es parte de tu gracia.
Gracias por ser de gran bendicion.
Amarilys