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Difícil, raro, atípico, sorpresivo, aterrador, horroroso para muchos. Clases virtuales, quedarnos en casa, cuidarnos, y mucho más. Eso es lo que escuchamos por ahí, pero… ¿Qué ganamos? Esta es una pregunta que muy pocos se hacen, y la realidad es que el 2020 fue un año de mucho aprendizaje.
En diciembre del 2019 estábamos en Maryland disfrutando con la familia y cuando me enteré de los temblores de tierra en Puerto Rico mi corazón se apretó. Llegamos de regreso a la Isla el 31, y nuevamente el 6 de enero nos despertamos con un temblor de magnitudes grandes. El 7 de enero recibimos un temblor aun más fuerte, que dejó a muchos sin casas, sin sus pertenencias, sin trabajos, y hasta sin familiares.
“¿Qué pasó?”, era mi pregunta constante. ¿Y ahora qué, Señor? ¡Qué frágil es la vida! Más que las casas, nuestro corazón fue impactado por un evento inesperado. Nos afligimos y de momento pasamos por alto todo lo que aprendimos y todo lo que predicamos. ¿Será que se nos olvidó? No. No se nos olvida, solo se nos escapa, pues la ansiedad toca a nuestra puerta y comenzamos a pensar qué va a pasar.
Pasamos días largos mirando las paredes moverse, pasando por los pueblos más afectados en el sur de Puerto Rico, viendo cómo cientos de personas decidieron dejar sus casas y lanzarse a vivir a la intemperie por causa del miedo. ¿Dónde estabas, Señor? ¿Te fuiste? ¿Nos dejaste?
Cuando nos acostumbramos a los temblores y después de mil inspecciones estructurales, nosotros, los maestros, regresamos a la escuela, pero solo por dos semanas, porque en marzo 15 de este mismo 2020 nos visitó la querida pandemia. (Digo “querida” con un sentido de familiaridad, porque ya nos acostumbramos.) Nos tuvimos que quedar encerrados en casa, trabajando a distancia, asistiendo a reuniones virtuales para todo… y así seguimos.
Después de tantas cosas vividas este año, solo la confianza en Dios nos ha mantenido en pie, sin claudicar, descansando y confiando en que Aquel que nos llamó, y que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin. “Estar con nosotros todos los días” incluye los terremotos, las pandemias, los días difíciles, los días de soledad, incertidumbre e impotencia, las clases virtuales, los servicios virtuales, las reuniones por Zoom…
A algunas horas de despedir este 2020, podemos ver qué mucho hemos aprendido. Aprendimos a descansar, a confiar, a depender solo de Él. Hemos crecido, hemos madurado, nos hemos enojado, pero nos hemos dado cuenta de la mejor manera en que podemos emplear nuestro tiempo: esperar y confiar en Dios.
Hoy, después de todo, podemos decir: “Yo sé que mi redentor vive.” “Mi vida está en tus manos.” “Aunque ande en valle de sombra y de muerte, Tú estarás conmigo.” “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera.”
Señor, gracias porque nos hiciste más fuertes.
Querido(a) lector(a), confiemos, esperemos, descansemos… y recordemos que, en la espera, la mejor alternativa que tenemos es que nuestro pensamiento persevere en Dios.
Cantemos juntos hoy: “Si Tu presencia conmigo no va, no voy a ningún lugar…”
Hoy una vez más te pido que si fuiste bendecido(a) dejes tu comentario.
Feliz Año 2021, descansa y confía que aunque no sabemos que nos espera Dios h prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin. 🎄🌲🎄🌲🎄🌲
Gracias por leerme durante este tiempo
Comentarios
Señor, gracias porque nos hiciste más fuertes.