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Cuando hablo de mujeres de fe vienen a mi mente mi abuela, mi mamá y tantas mujeres de la Biblia que se destacaron por su fe persistente. Alguna vez me contaron que uno de mis tíos nació paralítico y mi abuela decidió ayunar. Un día, durante su ayuno, mi tío salió corriendo. Como cualquier madre, vivía sufriendo por la salud de su hijo, pero ella decidió actuar ayunando y orando, y Dios le concedió ese milagro.
Por otro lado, mi mamá, mi ejemplo, ha vivido una vida de entrega y oración, y durante toda mi vida la he visto orar por cada cosa que necesitábamos en mi casa desde que eramos pequeños. Mi papá fue un pastor próspero gracias a esa mujer de fe y de oración que tenía a su lado, que cargaba en sus hombros la responsabilidad y el anhelo de ser agradable al Señor.
En los últimos días del pastorado de mi papá, él sufrió de esa terrible enfermedad llamada Alzheimer’s y mami, como toda una guerrera, se dedicó en cuerpo y alma a cuidarlo. Muchos años después, ya estando mi papá en cama, a mami le diagnosticaron cáncer. Siempre pensé que Dios permitió ese proceso para separarlos después de 47 años juntos. Aunque el enemigo pensó que terminaría con su vida, mi mamá hoy está disfrutando de una nueva vida, una nueva oportunidad que Dios le regaló, y de cada promesa de Dios para ella y para cada uno de nosotros, sus hijos, quienes servimos en el ministerio.
La Biblia habla con énfasis de la fe de Loida y Eunice, la madre y la abuela de Timoteo, cuya fe era una genuina, sincera, intensa. En 2 Timoteo 1:5 leemos: "Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido.”
Cuanto me encanta saber que gracias a la fe de mi abuela y de mi madre aprendí a confiar, a descansar en las promesas de la Palabra, y a reconocer que si pido con intensidad y con intención Dios va a contestar.
Reconozco que nos ha tocado vivir tiempos difíciles, pero como dice la Biblia en Génesis 16:13, “Eres el Dios que me ve”. Ese Dios que vio a Agar en el desierto, también me vio, me tuvo en cuenta y me permitió nacer en un hogar donde se vivía para Él. El Dios que me ve me dio un esposo que ama el ministerio y ama las mismas cosas que amo yo. El Dios que me ve es capaz de verme aún en mi dificultad y me sostiene, me ayuda y me levanta. ¡Y también te ve a ti!❤
No vivo una vida de mentiras, solo he aprendido a pedir a Dios y a saber que él responde. Él responde aunque no sea lo que espero, pero responde. Aquella promesa que nos regala la Biblia, que dice: “Clama mí y yo te responderé…" es real en mi vida día a día. Aunque tengamos fe, y nuestra fe sea genuina y persistente, siempre enfrentaremos momentos difíciles en los que las piernas nos tiemblan.
Cuando en ocasiones me siento desfallecer o me ataca la ansiedad, nuevamente recuerdo lo que dice la Biblia: “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”. Entonces decido echar mi ansiedad sobre Él. ¿Qué mejor esperanza que esa? Descanso, confío, pero acciono, pues mi fe sin acción es muerta.
Soy una mujer de fe, y aprendí a tener fe gracias a las historias de una abuela que vivía de rodillas y a una madre que vive de rodillas. Gracias a ese ejemplo, mi vida está anclada en Dios, en sus promesas y en la esperanza de que mis hijas también serán mujeres de fe, dispuestas y disponibles para que Dios las utilice para Su gloria. Esa es mi fe.
Deja tu comentario si fuiste bendecida o bendecido, si eres una mujer o un hombre de fe, en fin si te ha hecho reflexionar esta entrada sobre la fe.
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