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En la Biblia hay una historia muy impactante para mí, cuando Jesús iba a Betania. Hicieron una cena en su honor. Mientras Jesús se encontraba comiendo en la mesa una mujer trajo un perfume de nardo puro y muy caro, y perfumó los pies de Jesús, y los secó con sus cabellos. Dice la historia que toda la casa fue perfumada. Entonces vino Simón a cuestionar por qué se estaba desperdiciando un perfume que valía trescientos días de salario.
Esa mujer vino a perfumar y limpiar los pies del Maestro en acción de gratitud, aunque muchos malentendieran sus intenciones. Era esta mujer la más pecadora ante los ojos de muchos, pero hizo algo que nadie podía entender: derramó uno de los perfumes más caros en los pies del Maestro. Esa acción fue un acto de adoración. Dice en Proverbios 27:9, “El ungüento y el perfume alegran el corazón”. Esta mujer derramó su perfume, pero también derramaba su corazón en agradecimiento.
La Biblia también nos habla del sándalo, un árbol que emana olor fragante al ser golpeado. Yo quiero ser como el sándalo, que resiste todo los tipos de tempestades, vientos, olas fuertes, y como dice un himno muy antiguo: perfuma el hacha que lo hiere.
¿Cuántas veces hemos actuado como aquellos que cuestionaron el precio del perfume derramado a los pies del Maestro? Cuántas veces hemos criticado sin mirar lo que hay detrás de acciones que no entendemos. Aquella mujer se desbordó en agradecimiento. No le importó cuánto costaba ese perfume, porque ella misma fue la mujer que llevaron ante Jesús para ser juzgada por haber cometido adulterio. Esa mujer estaba dispuesta a demostrar gratitud y amor extravagantes, porque cuando Jesús pudo juzgarla y avergonzarla, solo le dijo: “Ve y no peques más”.
Ten cuidado de cuestionar lo que no entiendes. El agradecimiento de esta mujer era tanto que buscó lo mejor que encontró para exteriorizar el sentimiento de su corazón: un perfume de nardo puro. ¿Cuánto vale lo que Jesús hizo por tí? ¿Cuántas veces te ha perdonado? ¿Qué estás dispuesto a entregar para agradecer su misericordia al salvarte? Es momento de agradecer y dejar de cuestionar.
Señor, que mi vida refleje ese agradecimiento hacia ti. Quiero regar tus pies con olor a nardo puro, a ese olor que significa: ¡Gracias, Dios, por morir por mí, por tomar mi lugar!
Mi oración hoy es que Dios me ayude a vivir agradeciendo y no cuestionando.
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