Ni de política ni de religión

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Cuando nos sentamos a la mesa a cenar (una práctica perdida en nuestras familias), regularmente se hace para pasar un tiempo de calidad juntos, comiendo algo, quizás conversando sobre los que le ha pasado a los integrantes de la familia durante el día. Pero ¿qué ocurre cuando se traen temas candentes o controversiales? Pues en muchos casos se salen de control los comentarios y puede traer discordias y hasta enojo, porque tanto la política como religión son sinónimos de conflicto en cualquier lugar. 

El psicólogo estadounidense Jonathan Haidt en su libro “La mente de los justos” dice que este comportamiento y la falta de empatía con las opiniones contrarias se debe a que los seres humanos estamos programados para competir y obtener la victoria. Hay personas que ven las redes sociales como el lugar donde voy a desenvainar mi espada para combatir sin contemplaciones recurriendo al insulto y la descalificación de quien no piense como yo. 

¡Cuidado! Dios también nos pedirá cuentas cuando lo que hablamos o escribimos lo hicimos sin tener en cuenta la cruz. La cruz es el lugar donde todo comenzó y yo no puedo sacar del panorama que lo que yo hable siempre sea para ayudar a alguien, para levantar a alguien, para corregir a alguien o simplemente para encaminar la vida de una persona que me escucha. 

Sí, por ahí dicen las paredes tienen oídos, más que eso. Me tiene que importar que se escucha por ahí de mí, que dicen otros de mí, porque yo soy una hija de Dios y en este contexto en el que escribo mi vida tiene que ser un reflejo de Cristo. Si mi vida no modela a Cristo, de nada me vale todo lo que haga. 

“No solo escuchen la palabra de Dios; tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; Pero si miras atentamente en la ley perfecta que te hace libre y la pones en práctica y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por tu obediencia.” Santiago‬ ‭1:22-23, 25‬ 

Dios nos invita a evaluar nuestras conversaciones y ya sea en la mesa o en cualquier otro lugar, ¿cuál es el tema de mi conversación? Edifica o destruye, crea controversia o sirve para reflexionar.  Dios nos invita a ser hacedores y no un simple oidor de la palabra. Deberíamos tener el hábito de buscar vernos reflejados en la palabra, y ahí entonces veremos  si estamos creciendo y madurando espiritualmente o estás estancado. En ese espejo que es la palabra de Dios, se revela nuestra condición y así podemos corregirla . Es un llamado a la acción. El hombre y la mujer que reconocen su reflejo en la palabra de Dios y actúan logran su libertad. 

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